¿Qué ha sucedido con las terapias de pareja?

¿Qué ha sucedido con las terapias de pareja?

Hace unos años, una de las áreas de intervención psicológica que más se solicitaba eran las terapias de pareja. El análisis de la conducta humana es aún más compleja cuando se trata de analizar la interacción específica de una pareja.

No hace tantos años la terapia de pareja era una demanda frecuente en consulta. No era extraño que parejas jóvenes, incluso antes de “contraer matrimonio”, algunas decidieran solicitar ayuda para aprender a resolver problemas que por sí solos no sabían/podían.

Las relaciones de pareja se desarrollaban en otro contexto social, eran más duraderas y se establecían bajo la creencia que el novio/a era la persona, con la cual mantenías una relación con el fin de “casarte”. Las parejas iniciaban y mantenían sus relaciones con la intención de que fuesen relaciones duraderas, y de ahí que en su mayoría pusieran en marcha sus mejores competencias para mantener buenas relaciones de pareja.

No obstante, las relaciones interpersonales son complejas y, cuando entran en juego otras variables en las relaciones maritales: familia, económicas, hijos, profesiones…, pueden sufrir importantes crisis que si no se solventan, pueden generar crisis personales importantes.

Era habitual que parejas unidas, solicitaran ayuda psicológica dirigida a resolver sus problemas, entendiendo que cada miembro de la relación tenía un peso importante y cada uno asumiera qué conductas debían modificar para que los problemas de la relación no terminaran generando daños irreparables en la relación.

 

La muestra de parejas era significativa, desde jóvenes que solicitaban cómo prevenir sus diferencias, hasta parejas consolidadas que preferían hacer un esfuerzo por solucionar sus problemas antes que acabar en ruptura.

Los tiempos han cambiado y la terapia de pareja también. Ahora las parejas no acuden juntas. Escasas son aquellas parejas que aún optan por la ayuda del profesional de la psicología para solventar sus problemas.

Ahora la figura del mediador ha reemplazado en ocasiones al psicólogo de pareja. Parece ser que ahora se pretende llegar a soluciones intermedias pactadas por un mediador, pero que la mayoría de los casos ya es cuando la ruptura está en proceso. Esto, al fin y al cabo, alivia a los juzgados y reduce el desgaste que supone pasar por procesos judiciales, pero todo dirigido a cómo llevar a cabo la separación.

La figura del psicólogo como profesional experto en analizar comportamientos, explicar por qué suceden y conocer los medios para modificar unas conductas en interacción con otras, es una tarea compleja y poco reconocida.

En la actualidad, la idea de venir a consulta en pareja, es ya tomada, en el mejor de los casos, como “última oportunidad” antes de llevar a cabo la ruptura.

Evidentemente, esta actitud terapéutica, poco puede contribuir para la tarea de esfuerzo y cambio que cada miembro debe llevar a cabo. Las emociones que se han ido acumulando dentro de una relación desgastada, influye directamente en la conducta de cada miembro, y de ahí que es el profesional de la psicología la persona con las competencias necesarias para ayudar a los miembros de la relación a gestionar emocionalmente dicho proceso.

En la última década la demanda de pareja se ha reducido significativamente. Queremos soluciones rápidas, sin esfuerzos personales y hemos acontecido a unos años donde el número de rupturas es tan frecuente que ya parece no sorprendernos.

Claro que hay relaciones que inevitablemente deben finalizar en ruptura, para bien de todos los miembro de la familia, sin embargo, no olvidemos que es la última opción cuando no existe solución a los problemas.

Desde aquí, señalo, cómo la demanda en intervención de pareja es mínima, paradójicamente aumentando la necesidad de apoyo psicológico en procesos de rupturas, ya que el sufrimiento, el desgaste de la ruptura y todos los problemas que se derivan de ella, hacen que sea necesario el papel del psicólogo, ya no tanto como profesional experto en conducta, sino como figura de apoyo en el proceso de dolor. Romper es un proceso de duelo, que en ocasiones, trae consecuencias a medio y largo plazo muy dolorosas.

 

El alivio inmediato de la ruptura, tras el periodo de desavenencias, así como el cambio a un nuevo estilo de vida, hace que muchas personas opten por esta opción antes que solicitar ayuda al profesional de la conducta.

Alzo mi voz  a todas las personas que decidieron mantener relaciones con una pareja,  recuerdo que a veces la solución más rápida no es la más fácil y que en ocasiones, las rupturas no van a solucionar sino a provocar otros problemas personales y en los hijos que generan importante sufrimiento humano.

 

 

Lourdes Román (Psicóloga)

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