LOS MIEDOS INFANTILES

LOS MIEDOS INFANTILES

Reír, llorar, enfadarse….experimentar emociones es algo común en niños y adultos. Sentir miedo, también. Es normal e incluso positivo, ya que estas sensaciones que se viven como desagradables por parte del niño o adolescente pueden cumplir una función de supervivencia en el sentido de apartarle de situaciones de peligro potencial (no acercarse a ciertos animales, no ir solo a los sitios…). Sin embargo, cuando este miedo es desadaptativo (no obedece a ninguna causa real de peligro potencial o se sobrevaloran las posibles consecuencias) el resultado es un enorme sufrimiento por parte del niño que lo padece y sus padres. El miedo, puede entonces condicionar su funcionamiento y alterar sensiblemente su capacidad para afrontar situaciones cotidianas (ir a dormir, ir a la escuela, estar solo, etc.).

No hay duda que los miedos son evolutivos y “normales” a cierta edad, cambiando el objetivo temido a medida que el niño crece y su sistema psicobiológico va madurando. La tendencia natural será a que estos vayan desapareciendo progresivamente. En otras ocasiones, podemos hablar abiertamente de temores o miedos patológicos que pueden derivar hacia trastornos que necesitan atención psicológica (ansiedad, fobias). Establecer la frontera entre uno y otro (normalidad-patología) no siempre es fácil y dependerá mucho de la edad del niño, la naturaleza del objeto temido y sus circunstancias, así como la intensidad, frecuencia, sufrimiento y grado de incapacitación que se produce en el niño.

    CURSO EVOLUTIVO DE LOS MIEDOS

Durante las primeras semanas de vida, el bebé va discriminando entre reacciones positivas y negativas: lloran ante necesidades como el sueño, hambre o sustento –reacción negativa- hasta que su necesidad es satisfecha –reacción positiva-. Estas reacciones van creando la capacidad de prever su satisfacción.

Entre el año y los dos años se aparece el miedo a la separación de los padres a la que se le suma el temor hacia los extraños. Ambas formas de miedo pueden perdurar, en algunos casos, hasta la adolescencia y la edad adulta, tomando la forma de timidez. Lo habitual es que vayan desapareciendo progresivamente a medida que el niño crece.

A partir del segundo año descubren que hay animales que les pueden hacer daño, que no les gusta la oscuridad, no pueden dormirse solos, se angustian cuando se hacen una herida y les asusta lo desconocido. Por ello, siguen sin querer separarse de los padres.

Con 3 y 4 años sus miedos se hacen más patentes. Su imaginación les “juega” malas pasadas. Generan fantasías acerca de los fantasmas, monstruos o malos de los “cuentos” que se esconden en la oscuridad, en los pasillos oscuros o debajo de la cama. También les asusta el daño físico y aparece el miedo a los ruidos a los ruidos fuertes (cohetes, globos…) y fenómenos naturales (truenos, viento, terremotos…).

Entre los 5 y 9 años, mantienen el miedo a separarse de los padres, a los animales, a la oscuridad y al daño físico. Además se suma el miedo a los seres malvados (ladrones, secuestradores…), a los personajes imaginarios (brujas, fantasmas, el “coco”, personajes de dibujos animados…) y/o seres sobrenaturales. También les pueden asustar los médicos, sobre todo si llevan bata blanca, y les preocupa la enfermedad y la muerte.

A los 7 y 8 años, añaden su temor a hacer el ridículo por la ausencia de habilidades escolares, sociales o deportivas. En esta tienden a guardar el secreto de sus miedos.

De 9 a 12 años disminuye el miedo a la oscuridad y a los seres imaginarios, pero ahora son especialmente sensibles al colegio (exámenes, suspensos…), a la aceptación social (integración en el grupo, aspecto físico…), a la soledad, a la enfermedad y a la muerte.

 

COMO AYUDAR A TU HIJO A SUPERAR SU MIEDO

  1. Identifica el miedo que tiene. Deja que lo cuente y escúchale.
  2. Haz que sienta comprensión y seguridad. Con frases como: No te asustes o tienes que ser valiente le puede hacer sentir que no le entiendes y soledad ante el peligro. Siente que si sus padres niegan su miedo seguramente no le van a poder ayudar a superarlo. Prueba a decirle: Es normal que te sientas así. Soñar con esos seres tiene que ser horrible.
  3. Reacciona de forma relajada y tranquila, sin regañarle. Exagerar la situación puede dar lugar a que el niño o la niña sienta mayor atención ante sus miedos y sin querer, reforcemos sus temores.
  4. Enséñale a comprender la ansiedad. Evitar lo temido hace que supere momentáneamente el miedo, pero no le ayuda a vencerlo definitivamente. Explícale los hechos de manera sencilla, adecuando el contenido a su edad.
  5. Enséñale trucos para manejar la ansiedad: música, relajación, pintar, escribir o cualquier actividad que le guste y le pueda ayudar. Permitir dormir con los padres debe ser algo muy excepcional, como motivo de fiesta, pero nunca como medio para solucionar el problema. Concédele, en la medida de lo posible, alguna cosa que le ayude a sentirse más a gusto en la situación: una “mantita”, un peluche, tener encendida una luz tenue, contar, tener una mascota, su mochila o su estuche favorito, etc.
  6. Buscar soluciones conjuntamente para ayudarle a que se enfrente de forma gradual a sus temores. Al principio con vuestra ayuda, dándole tiempo para que lo vaya haciendo poco a poco solo o sola, siendo constantes pero sin exigirle. Elógiale en cada paso.
  7. Sírvele de modelo ante la situación temida. Uno de los padres puede efectuar la conducta temida para enseñar al niño que no sucede nada. No obstante, el modelado es más eficaz cuando el modelo es de la misma edad que el niño.
  8. Ayúdale a que los demás en su entorno también comprendan sus temores. La burla o el ridículo de sus temores no es una ayuda para superarlo sino que hace que sienta menos confianza en sí mismo y que trate de ocultar su miedo. Si queremos ayudarle tenemos que comprenderle.
  9. Y sonríe. Si algo es aterrador con un toque de humor será mejor. Buscar juntos lo gracioso y divertido, por ejemplo haciendo un dibujo o cantando una canción…… si un monstruo va hacia ti, tú le das chuches…

 

 

 

 

Mª Carmen Serrano (Psicóloga Infantil)

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