OBJETIVO TERAPEUTICO DEL BULLYING

OBJETIVO TERAPEUTICO DEL BULLYING

A menudo acuden a consulta niños y adolescentes víctimas del tan conocido «Bullying«. Generalmente el perfil que nos encontramos, son niños con un buen nivel económico, una buena educación en valores y dificultades sociales (timidez), que les impide optar por una estrategia defensiva ante los conflictos sociales que les hacen muy vulnerables. En algunas ocasiones, cuando acuden a consulta, traen consigo un largo periodo de sufrimiento en silencio que merma notablemente su desarrollo social.

Este artículo no pretende hacer, sin embargo, hincapié en estos niños, porque pese a ser las víctimas desde el punto de vista psicológico, no deberían ser el objeto de tratamiento porque no deberíamos considerarlos en rasgos generales como el origen del problema.

¿Por qué son los niños que tienen buen perfil académico, una educación en valores y una educación normativa, son los que piden ayuda?. Quizás porque sólo consideramos los problemas cuando nuestros hijos son los que sufren pero, ¿Es verdaderamente más importante el sufrir como el hacer sufrir?.

Salvo en mínimas ocasiones, son los niños que abusan los que acuden a consulta; y generalmente o, al menos lo que hemos observado directamente, es que estos que acuden con padres asustados porque sus hijos no empatizan con las víctimas, al final son víctimas secundarias del problema que secundan al grupo por no convertirse en el objeto de las burlas.

Este minoritario grupo, son los niños que se convierten en acosadores porque no desean convertirse en las víctimas, siendo víctimas secundarias del problema porque en silencio y, a menudo, conviven con un profundo sentimiento de culpa, a ellos va dirigida la campaña de Mediaset “Se buscan valientes”, pero…y ¿qué hacemos con el problema principal?, Con aquellos niños que parecen disfrutar del sufrimiento ajeno, con aquellos que entienden que el fuerte es él que golpea a nivel emocional, no el que resiste…

Al observar el perfil del niño acosador, nos encontramos con una serie de factores que actúan como potenciadotes del problema, claves como la educación, la empatía y el factor cultural, incide en un problema que nace en la infancia y se mantiene hasta casi alcanzada la etapa adulta.

– Abusar del castigo.-
Cuanto más se educa en el castigo, más se tolera y justifica la violencia. Si la educación se basa en la descalificación verbal o agresión física, ésta se trasladará al grupo de pares, lo que supone no sólo un comportamiento desadaptativo, sino que a la par, impide la incorporación de otras estrategias de resolución de problemas muy importantes en la etapa adulta, así como la formación de valores, como la igualdad.

– Educación en la permisividad.-
Habitualmente encontramos padres que justifican el comportamiento de sus hijos amparándose en el “son niños y nosotros también lo hacíamos…”. Cada vez que un niño se sube a un árbol, aísla a otro niño, golpea mobiliario urbano…, estamos desaprovechando una situación magnífica para introducir un valor. Que ciertos comportamientos sean evolutivos, no quiere decir que debamos tolerarlos.

– Estilo educativo basado en la permisividad liberal, donde se accede al refuerzo arbitrariamente.-
Los cambios generacionales implican cambios en el estilo educativo, a menudo escuchamos la frase “Que mis hijos tengan lo que yo no tuve”, y es cierto que el estilo educativo al que estuvimos expuestos los padres actuales era, en ocasiones, muy normativo y demasiado afectado en la toma de decisiones. No lo teníamos todo, pero ahora parece que pagamos nuestras frustraciones de la infancia en nuestros hijos, dándoles todo a cambio de nada o, en algunas ocasiones, dándoles y quitándoles cosas haciendo que sean sólo los refuerzos “premios” los que regulan sus conductas.

Actúan bien o mal en función de una consola, no acceden a las consecuencias principales, tengo que aprobar porque es bueno para mi futuro, porque tengo que volver a estudiar, porque no decepcionaré a mis padre o a mí mismo. No cometeré una imprudencia porque puedo hacerme daño, o no haré daño a un compañero porque no debo hacer sentir mal a otro…Para acceder a este tipo de consecuencias, debo aprender primero que comerme una caja de chucherías hace que me sienta mal. O hace que mis padres se sientan desconfiados conmigo y no me quedo sin consola una semana.

A veces ponemos el castigo y nos olvidamos del diálogo.

– La falta de empatía en la educación.-
Es cierto que la empatia es una cualidad a menudo innata, pero también afecta la incidencia o grado de importancia que se da en la educación.
No escuchar a un niño cuando se siente mal a nivel emocional o esconder nuestra emociones, hace que el niño entienda que lo que siente el otro no es relevante y lo que siente él no debe ser expresado.
Por supuesto, no hay que reforzar una pataleta, pero tampoco generalizar que cada vez que mi hijo se sienta mal, es una tontería.

– Factores Socioculturales.-
Dentro de los valores impuestos de manera independiente en cada familia, hay ciertos valores culturales que mal estudiados, afecta en el desarrollo de la personalidad de cada niño; “El ser fuerte por encima de todo”, “El tengo que ser el mejor”, “La rigidez en cuanto a que se considera una persona apta”. Son reglas sociales que impiden entender que el ser fuerte no significa no sufrir, o no demostrar que se está sufriendo.
El ser el mejor nos aleja de aceptar el fracaso. Y el definir hace que perdamos tolerancia hacia el otro.

Laura Asensio Lozano (Psicóloga)

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